EL SER MÁS INEVITABLE
Oswaldo Pulgar Pérez
Dice Kant que Dios es el ser más difícil de conocer pero también el más inevitable. Todos tenemos esa experiencia. Se agudiza cuando nos toca aceptar una derrota, sufrir una desgracia o padecer de una enfermedad.
El ateo más recalcitrante, cuando niega a Dios, tiene fe en que Dios no existe. Y además, no puede probarlo. Los derechos humanos, que la ONU reconoció en el año 1948, son una expresión del carácter sagrado de la persona. Cabe destacar que, esos derechos no los decretó la ONU, los reconoció, que es bien distinto.
Desde Confucio hasta Homero la referencia a la Divinidad se ve como indispensable para dotar al hombre de inviolabilidad, y también de responsabilidad moral. Es lógico, pues sin una instancia superior, común a todos, no podemos exigir que se nos respete, ni los demás tendrán un argumento para que nosotros les respetemos.
Sobre la tumba de Kant está escrita esta leyenda: Dos cosas hay en el mundo que me llenan de inspiración: el cielo estrellado fuera de mí, y el orden moral dentro de mí.
Dice Paul Johnson que el hombre es la criatura más inteligente, pero también la más soberbia. El hombre, como ser espiritual, necesita trascender, ir más allá de lo experimentable por los sentidos. Cuando se suprime la trascendencia, nos recluimos a la intrascendencia.
Decía Pascal que existen dos tipos de personas: Las que aman a Dios de todo corazón porque le conocen, y las que le buscan de todo corazón porque no le conocen. También están los ateos prácticos: aquellos que creen en Dios, pero que viven como si no existiera. La fragilidad humana, el “defecto de fábrica” con que todos nacemos, nos hace caer en esa lamentable condición.
Los niños, que en su inocencia creen y defienden la fe que aprendieron de pequeños, tienen una gran intuición para defender la inviolabilidad de sus creencias.
Estaba un maestro atacando la fe de sus alumnos. Les decía que la historia de Jonás era un mito, pues era imposible que una persona cupiera dentro de una ballena. La niña argumentaba que eso estaba escrito en las Sagradas Escrituras, y que, por tanto, no podía ser falso.
El maestro, insistía en su postura. Hasta que niña le dijo, con gran sentido común: -Mire profesor. Esto se arregla fácil. Cuando yo llegue al Cielo, se lo preguntaré directamente a Jonás y le aviso. A lo que el maestro respondió: -¿Y si Jonás está en el infierno? La niña, con esa chispa infantil propia de su edad, le repuso: -En ese caso, ¡Le pregunta usted!
Cualquier día es bueno para profundizar en un aspecto de la vida que no admite dilaciones: el sufrimiento. Lewis supone que Dios nos grita por medio de nuestros dolores.
Los usa como un megáfono para despertar a un mundo sordo. “Una mala persona –continúa- no siente la necesidad de corregirse mientras la vida le sonríe. En cambio el sufrimiento, destroza la ilusión de que todo está bien.
Es la única oportunidad que el hombre tiene de corregirse, porque quita el velo de la apariencia e implanta la bandera de la verdad dentro de la fortaleza del alma rebelde”.
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